jueves, 8 de mayo de 2008

Bolsa de murgas, escuchame un poquito


Un colectivo llamado Bolsa de Murgas* porfía la vuelta del fenómeno Murga Joven a sus raíces, esto es, al placer de compartir sin zanahorias delante.

El año en que el encuentro de Murga Joven inauguró prueba de admisión –2006–, más de 20 agrupaciones fueron eliminadas. En un ejemplo de solidaridad artística y generacional, la murga La Matilda decidió, a pesar de haber “aprobado”, promover un festival donde actuaran todas las murgas que participaban. Ese festival tuvo lugar en diciembre del mismo año, en la Plaza Primero de Mayo, y constituyó el acta fundacional de un movimiento hoy conocido como Bolsa de Murgas, que reúne a una treintena de murgas jóvenes e intenta, apoyado por distintas organizaciones y personalidades de la cultura, descentralizar la murga joven y dotarla de espacios de actuación alternativos. Con la consigna de favorecer el arte amateur, más que clonar el modelo del Carnaval mayor, dicen.
¿Quiénes dicen? Los coordinadores de Bolsa de Murgas, Inés Arias (27 años), Germán Bernárdez (23), Nicolás Glison (27) y Sebastián Gatto (27), entrevistados a continuación.

AUTORREFERIDOS.
—Hablemos del nacimiento.
—En agosto de 2006 el encuentro de Murga Joven instala por primera vez la prueba de admisión, que deja entre 20 y 25 murgas afuera. La murga La Matilda, aunque había pasado la prueba, decide impulsar un evento donde todas pudieran participar, incluyendo, por supuesto, a las eliminadas. Hicimos reuniones de agosto a diciembre con delegados de unas 30 murgas jóvenes, y concretamos el festival, en la Plaza Primero de Mayo, del 1 al 3 de diciembre de ese año. Además de esas 30 murgas jóvenes, estuvieron Agarrate Catalina, Japilong, A Contramano y Queso Magro. Nos apoyó el Centro Comunal Zonal 3, Instituto Nacional de la Juventud (INJU) y la Junta Departamental de Montevideo. Salió bárbaro. Ah, y también nos dio una mano grande Diego Rosberg, cantante de la banda 4 Pesos de Propina, que está sonando bastante.
—¿Por qué, si había pasado, La Matilda planteó esa suerte de contraencuentro?
—Le pareció injusto, como a muchos de nosotros, que tantas murgas quedaran afuera. Cualquier murga joven ensaya muchos meses para tener esa única oportunidad de presentarse, en ese encuentro. Suprimir esa oportunidad es poco menos que decretarles la muerte, porque no tienen más espacios donde mostrar lo que hacen. Y eso impacta en el colectivo. De hecho, hoy sobreviven sólo dos o tres murgas de esas 25 que eliminaron.
—¿Cuáles?
—Tate Quieto, La Postalina y La Damajuana. Lo que hicieron muchos compañeros, al quedar eliminados, fue insertarse en murgas que sí habían pasado la prueba.
—Supongo que es la Secretaría de Juventud de la Intendencia de Montevideo, en tanto organizadora, la que moldea el perfil del encuentro.
—Sí, con criterios cada vez más parecidos al concurso oficial del Carnaval. Hasta los jurados van entrando en eso, o sea, si no cantás bien, olvidate de pasar a la segunda etapa.
—Ah, tiene dos etapas, como el otro.
—Lo único que le falta es el puntaje por rubros (risas generales). Pasa algo muy extraño en Murga Joven, que no sé si puedo explicar del todo bien –acota Nicolás–. Yo me subo un día, actúo y me aplauden, además de familiares, gente que al otro día también se va a subir para que yo la aplauda. Entonces, los espectáculos se arman basándose en esa circularidad. Todos los participantes de Murga Joven saben qué propuestas “caminan” en él, y cuáles no. Es evidente, por eso mismo, que mucho de lo que se presenta en el encuentro no cabe en otros ámbitos. Y no hablo del Carnaval mayor, sino de un tablado de barrio.
—¿Por qué no cabe?
—Los chistes, por ejemplo. Son tan internos, que se transforman en autorreferenciales, sólo funcionan ahí. Eso, para mí, implica, a largo plazo, la muerte del hecho artístico. La defunción de las murgas. Fijate que de las 60 o 70 murgas jóvenes que se estima que hay, por lo menos 45 son las que ensayan un año para mostrarse una vez en el Defensor Sporting. (Interviene Inés.) Y claro, el no tener posibilidades de presentarse en otros lugares hace que la murga caiga, y por eso nace, también, la Bolsa. Para que esos espectáculos lleguen a otros públicos.

UN DEBATE ÚTIL.
—¿Qué argumentos manejó la Secretaría de Juventud para introducir la prueba de admisión?
—(Sonrisas.) Varios.
—Puede haber muchos participantes de Murga Joven que concuerden con ellos.
—Por supuesto. De hecho, la prueba surge de un reclamo interno. Y ése es uno de los principales argumentos de la Secretaría, que las propias murgas la pidieron. Ta bien. Lo aceptamos, pero discrepamos con la instrumentación, cómo se maneja. El corte abrupto entre los “buenos”, que pasan, y los “malos”, que la quedan. El silencio o la indiferencia de los jurados cuando les pedís que te expliquen cuáles son las debilidades que los convencieron de bocharte. Algo muy positivo que logró Bolsa de Murgas, una semana después del festival de diciembre de 2006, fue organizar un debate, en la Junta Departamental de Montevideo, cuyo título fue: “¿Qué murga joven queremos?”. Invitamos a mucha gente y recogimos varias posiciones. Tan diversas y hasta contradictorias en sus intereses, que hasta hoy, admitamos, no hemos conseguido una postura en común. Por lo tanto respetamos las decisiones de cada murga, y ratificamos que la Bolsa está abierta a todas, las que quieren competir y las que no.
—¿Resultados positivos del debate?
—Actualmente, en el encuentro de Murga Joven existe, además del concurso, una muestra. Eso sí, un mecanismo es excluyente del otro, o sea, si te inscribís para el concurso, que conserva la prueba de admisión, no participás en la muestra, y viceversa.
—Bueno, por lo menos “pintó” una alternativa.
—Sí, de todos modos fue el debate el que la generó. Yo creo (dice Germán), que ese debate marcó un antes y un después en las relaciones con la Secretaría de Juventud. Fijate que asistieron personalidades de la cultura y el Carnaval, como Edú “Pitufo” Lombardo, Pablo “Pinocho” Routin, Julio Brum, del Programa Esquinas de la Intendencia; Daniel Zieleniec y Wilmer, de la murga Queso Magro, miembros del área cultural de la Junta, pero la Secretaría de Juventud faltó. No mandaron ni un cadete (risas.) Mandaron sí una carta, excusándose por no poder participar.
—Eso produce malestares.
—Claro. Pero en fin, vos preguntabas por resultados. Lo más claro que surgió fue la distinción entre las murgas que quieren competir y las que con mostrar su espectáculo están satisfechas. Pensamos que el habilitar la muestra en Murga Joven es un pasito más hacia uno de los objetivos que se propuso la Bolsa: generar más espacios para murgas muy diversas, con componentes de todas las edades. Ejemplo, las murgas La Perra Luna y La Filomena, integradas por veteranos. También tenemos a La Comodina, un orgullo de la Bolsa; son gurises con capacidades diferentes que salen del taller Taita. Una integrante de esa murga actúa en silla de ruedas. Y tenemos a La Lunera, que sale de un centro educativo próximo a Cerro Norte, y a Falta el Resto, del barrio Palermo. Ésta, después de haber sido eliminada, optó por transformarse en comparsa. La prueba llegó a eliminar murgas de discapacitados y de ong, es algo que no tiene sentido, ¿entendés? Y ya que volvimos a la prueba (apunta Sebastián), hay algo que quiero decir, con nombre y apellido, sobre los jurados de ese año, porque lo tengo atragantado. Los señores profesionales del Carnaval, Pablo Pereira, Benjamín Medina y Fredy González, fueron muy poco profesionales, porque no sólo cometieron varias irregularidades –cortar actuaciones antes de tiempo, por ejemplo– sino que no se dignaron informar a la murga que yo integraba, La Desesperada, por qué había quedado afuera.
—Nombre perfecto para la ocasión, ¿no?
—(Risas.) La verdad que sí.

FEBRERO EN ADELANTE.
—¿Dónde puedo ver a las murgas de la Bolsa?
—Gracias al apoyo permanente que recibimos del Centro Comunal Zonal 3, y a Cecilia Chifflet, vamos a estar cuatro lunes en el tablado de la Plaza Primero de Mayo, que coadministran la Intendencia y daecpu. Las fechas son 18 y 25 de febrero, y 3 y 10 de marzo, a partir de las 21. Con entrada libre y plaza de comidas funcionando. Como los lunes es día de descanso para el tablado, nos lo cedieron, con toda su infraestructura y servicios. Tenemos que agradecer, en verdad, a mucha gente que nos respalda desde que arrancamos: “Pitufo” Lombardo, “Pinocho” Routin, Diego Rosberg, el Programa Esquinas, del departamento de Cultura de la Intendencia, que nos dio terrible mano y un ómnibus para que murgas de la Bolsa actuaran en la cooperativa Covicenova, a la que fuimos dos veces, una para el cumpleaños de la cooperativa, y otra el Día del Niño. Murgas consagradas también nos apuntalaron; aparte de las que ya nombramos, están La Lunática, Che Papusa, Amantes al Engrudo. Y dos murgas porteñas que participaron en nuestros festivales. Una la dirige Jesús Fernández, ex integrante de La Mojigata que se fue a Buenos Aires, se llama La Cuerda Floja y es terrible murgón. Estamos muy vinculados con el movimiento de murgas independientes argentino, que sufre resabios de la dictadura, que prohibió el Carnaval. Hoy no las prohíben, pero las siguen reprimiendo.
—Lo de la descentralización, ¿camina?
—En febrero de 2007 elaboramos, dentro de la Junta Departamental, que nos cedió un espacio –dicho sea de paso necesitamos urgente una sede–, un proyecto para acercar murgas de la Bolsa a los barrios donde el Carnaval no llega. El INJU, que lo iba a financiar, finalmente lo vetó.
—¿Por qué?
—Cuando vieron las murgas que integraban la programación, dijeron: “no las conoce nadie”. Después, onda premio consuelo, arreglamos con el dueño del pub El Barril, en Mercedes y Tristán Narvaja, seis jueves de actuaciones de murgas jóvenes, cobrando una entrada mínima, creo que de 20 pesos. A pesar de que la mitad iba para El Barril, algunas murgas se pagaron, con esa guita, el maquillaje.

* Teléfono de contacto 098859499, bolsade murgas@gmail.com

Nota de Fabio Guerra (Brecha), enlace.

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