lunes, 10 de marzo de 2008

Adiós a los labios de la Luna, a los versos que están por nacer...

Termina Carnaval y con él, las noches de farol.
El murguista vuelve a su exilio una vez más,
bajo las estrellas tan desnudo quedará,
hasta que en Febrero se reencarne en arlequín,
para cantar,
a la Colombina que es su amor de Carnaval,
ese dulce idilio nace y muere sin cesar,
son dos soñadores con la magia de cantar la realidad.
Entonces ya la poesía arrabalera calla

y deja paso al silencio en las esquinas

hasta que de nuevo surja,

de gargantas sin razón y rostros con locura

aquello que por las noches de la bacanal

la luz del farol reconoce como Murga,
grupo de caprichosos arlequines.
Esa voz de la esquina maleba, un coro de gritos que son,
poetas de lápices rotos, de estrofas que no tienen dueño.
Volverá entonces, en un lapso de lunaciones, a existir,
junto al adoquín, que siempre la escucha, siempre.